Cada uno de los oficios de la Semana Santa encierra un significado profundo, que trasciende lo litúrgico y nos interpela como sociedad.
El Jueves Santo, con el lavatorio de los pies, nos ofrece una lección de humildad y servicio. Frente al individualismo reinante, ese gesto sencillo nos recuerda que el verdadero liderazgo empieza por el cuidado del otro, por el sacrificio silencioso, por la entrega discreta.
El Viernes Santo, con el Vía Crucis, nos invita al silencio y a la contemplación del sufrimiento. Nos recuerda que hay valores —la verdad, la justicia, la compasión— por los que vale la pena entregarse, incluso cuando el precio es alto. Es una jornada para mirar de frente el dolor y reconocer su fuerza transformadora.
La Vigilia Pascual del sábado, que rompe la oscuridad con la luz del cirio pascual, simboliza esa esperanza que hoy tantos buscan. En medio de la incertidumbre, la luz que se expande desde un pequeño fuego nos habla de renacimiento, de sentido, de fe en el mañana.
El Domingo de Resurrección es la culminación de esta experiencia: la afirmación jubilosa de que la vida vence a la muerte, de que el amor es más fuerte que el dolor, de que la alegría más verdadera nace de lo profundo y no de lo superficial.
Y el Lunes de Pascua, tan propio de nuestra tierra, nos invita a la mesa en familia. Alrededor de una mona, entre risas de niños y relatos de abuelos, se transmite un legado intangible pero poderoso: el de pertenencia, el afecto, la memoria compartida. Es una celebración de la vida en su forma más cotidiana y a la vez más trascendente.
Aunque algunos se empeñen en ridiculizar nuestras tradiciones o en relegarlas a una nota al pie de la historia, en Sant Cugat seguimos firmes, fieles a lo que somos, viviendo con libertad y con orgullo aquello que nos ha dado identidad. Porque allí donde una familia se reúne, donde se comparten valores y se transmite un legado, late una cultura viva que no se impone, pero tampoco se esconde. Defender esa cultura no es mirar al pasado con nostalgia, sino comprometerse activamente con un futuro que tenga raíces, memoria y sentido.
Todo esto sucede aquí, en nuestra ciudad. En cada parroquia que acoge con calidez, en cada casa donde la Pascua se convierte en encuentro, en cada corazón que vive estos días con recogimiento, respeto y una emoción serena. Es el Sant Cugat que cree sin imponer, que celebra sin excluir, que cuida lo que la ha hecho fuerte sin renunciar a mirar adelante.
Y frente a quienes pretenden diluir nuestras raíces o imponer una única forma de pensar, levantamos la voz con serenidad y convicción: defender nuestras tradiciones no es un acto de confrontación, sino una expresión profunda de libertad. La libertad de creer, de vivir conforme a nuestros valores, de educar a nuestros hijos en la fe sin pedir permiso ni perdón por ello.
Desde el Partido Popular reafirmamos nuestro compromiso con una sociedad que está orgullosa de sus raíces y que las honra como parte esencial de su identidad. Una sociedad que vive la fe en libertad, sin imposiciones ni complejos, como expresión legítima de la dimensión espiritual del ser humano. Y una sociedad que encuentra en esos pilares —la tradición, la fe, la familia y la libertad— su mayor fortaleza, especialmente en tiempos de incertidumbre. Porque creemos en un Sant Cugat que avanza sin perderse, que se abre al futuro sin dejar atrás lo que le da sentido. Y es desde esa convicción que seguiremos defendiendo lo que somos.
A todos los vecinos de Sant Cugat os animamos a vivir esta Semana Santa con el corazón abierto. Es un tiempo para volver a lo esencial, para reflexionar sobre lo que realmente importa y sobre lo que nos une como sociedad. No se trata de mirar atrás, sino de recuperar los verdaderos valores, la unidad y el sentido que nos permiten avanzar con mayor claridad. Os deseamos una feliz Semana Santa, llena de momentos de paz, de reflexión y de esperanza para todos.
ESTRELLA SALANOVA CASAJUAN és regidora del PP de Sant Cugat
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