Los problemas no se limitan a una calle concreta. Desde el centro hasta los barrios más alejados, la situación se repite: obras eternas que dejan cicatrices, árboles que levantan el suelo sin que nadie actúe, rampas imposibles para personas mayores o con movilidad reducida. ¿Dónde queda la accesibilidad? ¿Dónde está el mantenimiento que merece una ciudad como Sant Cugat?
No se trata solo de estética. El mal estado del asfalto y las aceras afecta a la seguridad. Caídas, torceduras, tropiezos… son consecuencias reales de una dejadez que parece invisible para quienes gestionan los recursos públicos.
Una ciudad que presume de una gran calidad de vida no puede permitirse calles que parecen abandonadas. Hace falta voluntad política, inversión sostenida y, sobre todo, una escucha activa a los vecinos. Una ciudad que no cuida sus aceras, es una ciudad que no cuida a quienes caminan en ella.
ANDREA POVEA SUASNABAR és membre de les Noves Generacions de Sant Cugat
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